¿Por qué fallan los pronósticos?

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¿Por qué expertos economistas, estudiosos de lo electoral, planificadores de servicios públicos, expertos en cuestiones como costos y precios, analistas de política internacional, publicistas y directores de recursos humanos, se equivocan en sus estimaciones o proyecciones? ¿Es que hemos llegado a un tiempo en el que disponer de información y conocimientos sobre un determinado fenómeno no garantiza que lo podamos proyectar hacia el futuro de forma adecuada?

Recuerda el canadiense Philip Tetlock, quien ha estudiado la delicada frontera que diferencia al experto que pronostica sin acierto del pronosticador exitoso, que ni la realidad es un reloj ni las cosas se repiten. Cada hecho y cada momento tienen su especificidad. Las experiencias anteriores, aunque hayan sido semejantes, tienen utilidad, pero de forma muy limitada.

Las razones por las que hasta los más reputados científicos se equivocan son:  

  1. Confianza extrema en ciertos paradigmas o indicios
  2. Dificultad psicológica para aceptar las dudas
  3. Prácticas que resisten al cambio, propia de empresas e instituciones
  4. “El complejo de creerse Dios”
  5. El apuro, que impide la reflexión sosegada
  6. El magnetismo, a veces irrebatible, que generan las primeras ideas sobre cualquier hecho
  7. La dificultad de introducir elementos que irrumpan en relatos ya conocidos (y tranquilizadores)
  8. Predominio de la compulsión de explicar sobre la exigencia de preguntar
  9. La tendencia, especialmente dentro de las empresas, a simplificar las preguntas se formulan
  10. La tendencia a igualar los indicios
  11. El uso de un lenguaje -esto es clave- impreciso, proclive a la ambigüedad que no describe los hechos con precisión
  12. La resistencia a convertir los pronósticos en números, etcétera, etcétera.

Los mejores pronosticadores responden a una cierta caracterología básica:  

  1. Son personas con un bajo nivel de prejuicios: predomina en ellos la curiosidad y una actitud mental de apertura.
  2. Tienen capacidad de concentrarse en el análisis y seguimiento de los temas.
  3. Se apasionan, aunque no se alejan nunca de la prudencia.
  4. Tienen habilidades numéricas -no temen a las proyecciones estadísticas-.
  5. Piensan con actitud permanente de autocrítica: no les importa corregir sus propias estimaciones.
  6. No se conforman con un pronóstico, sino que realizan varios a un mismo tiempo.
  7. Evitan los planteamientos dilemáticos o solo de tres factores.
  8. Hacen seguimiento a los temas de forma sistemática.
  9. Escuchan las opiniones de otros, especialmente de aquellos que piensan de forma opuesta.
  10. Y, muy importante, evitan el pensar ideológico (lo cual no quiere decir que el pronosticador deba carecer de ideología).

Tetlock suma muchas otras consideraciones. La riqueza de su libro, “Superpronosticadores. El arte y la ciencia de la predicción”, es casi un taller sobre el tema. Si hay algo sorprendente en este libro que, a fin de cuentas, tiene un carácter científico, es que hay en el buen pronosticador un elemento un tanto irracional: está dotado de intuición. El pronóstico correcto exige, además de habilidades de raciocinio, la presencia, el ingrediente del sexto sentido.  

Por: Nelson Rivera – Editor Revista Ideas+

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